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La palabra Xoloitzcuintle viene del náhuatl Xólotl, que quiere decir “monstruo, extraño o  servidor” y del término Itzcuintli, que significa “perro”. Este can autóctono de México puede ser considerado como un tesoro arqueológico viviente ya que convivió con nuestros antepasados desde hace más de siete mil años, siendo una de las razas más antiguas del planeta. Los especialistas también mencionan que el hombre no tuvo intervención genética en cuanto a su aparición.

Para los aztecas se trataba de un acompañante tanto en vida como en su muerte,  ya que tenían la creencia de que dios Xólotl lo había enviado como un obsequio que serviría como guía de las almas de los difuntos para viajar al “lugar de los muertos”. La leyenda dice que el dios lo formó a partir de una astilla del “hueso de la vida” para dárselo al hombre, haciéndoles saber que debían de cuidar bien de este animal ya que el día de su muerte los guiaría a Mictlán, el inframundo de la mitología mexica. De preferencia, el perro tenía que ser de color negro totalmente porque se pensaba que si su cuerpo presentaba manchas, éste ya había servido de guía para otra alma.

La creencia de que el  Xoloitzcuintle sería su compañero hasta en la muerte era tan fuerte, que incluso eran sacrificados y enterrados en las tumbas de sus dueños. Además, para los mexicas también tenía la capacidad de alejar el mal y proteger a los hogares de espíritus malignos, siendo usado incluso por curanderos para tratar dolores musculares al presionar la piel del Xolo contra el área afectada.

A la llegada de los españoles, este perro fue confundido inicialmente con un caballo enano y  la raza se puso en peligro rápidamente ya que los nuevos habitantes encontraron su carne nutritiva y de buen sabor. También se quería acabar con ellos ya que buscaba terminar con todas las creencia religiosas y tradiciones que poseía el pueblo mexica. Después de la caída de Tenochtitlán, algunos ejemplares subsistieron en los estados de Jalisco, Colima, Michoacán, Guerrero y Oaxaca.

Posterior a la época de la Revolución Mexicana, se vivio un auge por enaltecer el nacionalismo y el Xolo es adoptado como un símbolo de mexicanidad. Años más tarde, en la época de los cincuenta, la Federación Canófila Internacional emprendión una inicitiva para preservarlos y se tomaron medidas drásticas para encontrar los ejemplares más puros en área remotas del país, encontrándose diez ejemplares sanos son los que empezaron a revivir la raza. Asimismo, grandes personalidades de las artes de México como Frida Kahlo, Diego Rivera, Rufino Tamayo, entre otros, los popularizaron al rescatarlos en sus obras y tenerlos como mascotas.

Este particular  perro característico por su ausencia de pelo y pérdida de su dentadura ha estado presente desde tiempos prehispánicos, siendo desde viajero al inframundo, mascota de emperadores aztecas, perro curativo, hasta carne nutritiva y símbolo pagano dejándolo al borde la extinción, para después ser un digno modelo de retrato para grandes artistas y ser considerado como un símbolo de mexicanidad en el mundo. Sin duda, el especial y mítico Xoloitzcuintle ha sido uno de los más fieles compañeros de la historia de México.